Catalina Montes
Book Review of ‘Orwell: 1984; Reflexiones desde 1984’
Carlos García Gual y Ramón García Cotarelo (Eds.)
Orwell: 1984 Reflexiones desde 1984 Espasa-Calpe-U. N. E. D. (Selecciones Austral), Madrid, 1984 (318 páginas)
La Universidad Nacional de Educación a Distancia ha dedicado un estudio a George Orwell, especialmente a 1984, en el año que da título a esta obra. Orwell: 1984 recoge trece trabajos de los siguientes autores: Julia Escobar, Gonzalo Fernández de la Mora, Juan Ignacio Ferreras, Juan Pablo Fusi, Ramón García Cotarelo (dos artículos), Antonio López Campillo, María Lozano, Ana Lucas, Pelai Pagés, Fernando Quesada, Javier Sádaba y Eduardo Subirats. La publicación, precedida de un prólogo de Carlos García Gual, sigue el orden alfabético de sus autores y no el del agrupamiento de aspectos similares tratados ni el grado de mayor o menor concentración del tema. Como escribe García Gual, los artículos reunidos en Orwell: 1984 versan sobre las tensiones entre la sátira y la utopía, entre la advertencia y la amenaza, entre la indignación, la parodia y las vivencias personales del escritor, y tienen en común el haber sido escritos desde la España de 1984 por admiradores de Orwell.
En «El hombre que no quiso callar» Julia Escobar, con un tono entre festivo e irónico, considera a Orwell desde tres puntos de vista, en tres apartados. En el primero presenta la biografía de Orwell, especialmente la etapa de su formación, apoyándose en el propio testimonio del escritor. En el segundo apartado recorre la obra del autor y su trabajo de crítico literario, que compara con el de Kipling. Finalmente, y a la luz de su experiencia de combatiente en España, el artículo se detiene brevemente en Rebelión en la Granja y 1984.
Gonzalo Fernández de la Mora, en «Totalitarismo y tiempo», argumenta sobre ética política a partir de 1984. El autor del artículo insiste en la inmutabilidad del pasado, en la irreversibilidad de lo factual. Los pueblos son, para Fernández de la Mora, básicamente el recuerdo de un pasado común, por lo que suprimida la conciencia histórica se volatiliza la conciencia nacional.
Juan Ignacio Ferreras, en «Nineteen Eighty-Four de George Orwell: Técnica y significado de una ruptura», considera que tanto las novelas utópicas —término que el autor usa pero condena como las de ciencia-ficción, en las que engloba aquéllas, están basadas en una ruptura radical con el presente. El estudio se acerca a Orwell, no para desentrañar su sentido político sino la coherencia de su universo en el que lo irracional se ha apoderado ya del mundo; un universo que funciona porque opera sobre la conciencia individual y colectiva de nuestro tiempo y despierta el terror individual y colectivo por el terror irracional en marcha de la obra. Califica a 1984 de novela de terror, parábola política y novela satírica.
Juan Pablo Fusi, en cambio, ve 1984 como una advertencia contra el peligro de desviación totalitaria implícito en toda economía colectivizada y centralizada, no como la antiutopía de la pesadilla del mundo moderno ni como una anticipación del futuro. En su artículo «Orwell: el camino hacia 1984» centra su atención en la trayectoria intelectual de Orwell, hombre comprometido con los valores e ideales de la libertad, de la solidaridad y de la verdad. Juan Pablo Fusi juzga 1984 como obra de literatura política de denuncia, no buena desde un punto de vista literario, pero extraordinariamente eficaz en despertar la conciencia de las sociedades libres y democráticas entre el horror y peligro del totalitarismo.
El autor de «Zamiatin, Huxley, Orwell», Ramón García Cotarelo, analiza tres novelas de esos tres autores: Nosotros, El nuevo mundo feliz y 1984, que considera la columna vertebral de las utopías negativas y ve como una misma obra, a pesar de sus diferencias, como la laboriosa construcción de una epopeya o de un cantar de gesta de autor anónimo; el ciclo, en este caso, del mundo contemporáneo: la lucha del individuo como unidad irreductible, como persona aislada, contra sus propios productos como especie. Después de analizadas las coincidencias de las tres narraciones en todos esos aspectos el estudio concluye con la afirmación de que la antiutopía adquiere su forma acabada en 1984, forma que puede definirse en una expresión breve: el fracaso del individuo en su lucha por afirmarse como tal en una sociedad colectivista.
Ramón García Cotarelo es autor también del artículo siguiente del volumen, «El pensamiento político de George Orwell (El origen de 1984)», en que considera la evolución y consolidación del pensamiento político del escritor desde su llegada a España hasta 1984. Las etapas de esa evolución quedan reflejadas en los subtítulos de los apartados: «La guerra civil española», «La segunda guerra mundial», «La revisión de los procesos de Moscú», «La reflexión sobre la revolución de los Managers»: Para García Cotarelo 1984 es fruto del choque entre una personalidad sincera y un mundo sórdido, especialmente violento. 1984 resulta ser una descripción de la imposibilidad de subsistir en un mundo totalitario, hermético y opresivo en que al no existir la certeza del pasado ni un criterio válido de verdad el individuo queda despojado de su identidad; lo específicamente orwelliano de la crítica al totalitarismo es la negación del refugio interno.
En su artículo «The Warning» Antonio López Campillo juzga que 1984, que engloba las obras de Ciliga y de Zamiatin, está además extraído de la experiencia personal de Orwell como policía en la India, combatiente en España y testigo de la liquidación de los anarquistas catalanes, y marginado voluntario en Francia y en su país en años de crisis; experiencias que quedaron asimismo plasmadas en otras obras. López Campillo, que analiza las diferencias entre totalitarismo y otras tiranías, califica a 1984 de acierto increíble, al haber señalado el peligro que amenaza al hombre: el de extinción por suicidio, por aceptar ser lo que el sistema de Big Brother exige.
María Lozano, autora de «George Orwell (1903-1950): ‘La Conciencia crepuscular de una generación’», sitúa a Orwell en el contexto de su generación y considera su biografía paradigmática respecto a ese momento de aceleración histórica que produjo unas marcas de identidad concretas reflejadas en las obras literarias de autores como Auden, Spender, Cornford, Isherwood y Caudwell y de Orwell mismo. A juicio de María Lozano los intelectuales británicos no encontraron la respuesta adecuada al reto imaginativo que supuso la pérdida del Imperio y marcaron el momento de no-retorno, que tuvo lugar en los años treinta y cuarenta. Desde la voz de Auden en «Private Faces in Public Place», epígrafe de The Orators, la autora del artículo reflexiona sobre la personalidad más oculta de Orwell, la del hombre y la del artista, la que muestra en sus novelas menores, antes de que los acontecimientos le obligaron a adquirir la máscara pública de cruzado en defensa de unas libertades. Ese rostro oculto de George Orwell es la muerte de vida privada, responsable de su debilidad como narrador —aquí no se discuten las dos obras más logradas, Animal Farm y 1984—, una esterilidad vital de fondo que comparte con muchos de su generación, como comparte también por un lado el antibelicismo y por otro el sentimiento de culpa por no haber podido participar en la primera guerra europea, lo que se manifiesta en la indecisión al articular un universo poético privado. La culpa radical, que María Lozano considera que es el motor de la escritura orwelliana, se objetiviza en su actitud existencial de compromiso social y en su cruzada literario-poética en contra del comunismo y a favor de su idea de socialismo. En su interesante artículo la autora analiza el tratamiento que dan los escritores de esa generación a otros temas, como el del heroísmo, y la influencia en ellos de la tradición literaria británica.
El ensayo de Ana Lucas, «‘1984’ los ‘Mass Media’ y la reinterpretación de la historia», aborda el estudio de 1984 desde la cultura de medios de comunicación de masas en la que estamos inmersos y que ella considera como máscara tras la que se oculta el poder. Lo divide en seis apartados que titula: «A modo de introducción», «La estética de los ‘mass media’ como sistema de representación simbólica», «Los ‘mass media’: la lengua muerta de la memoria», Los ‘mass media’ y la construcción técnica del acontecimiento», «Arte, industria cultural y cultura de masas» y «‘1984’ es 1984». El artículo comienza definiendo 1984 como la visión fantasmagórica, exagerada, de la extralimitación de un tipo de poder. Para Ana Lucas esta obra, muy mala desde el punto de vista literario, pone el dedo en la llaga al describrir anticipada y acertadamente muchos de los síntomas de nuestro tiempo, especialmente el papel decisivo de los medios de comunicación de masas, con su estética específica, los nuevos usos del lenguaje que han creado y su inmenso poder para controlar, manipular e incluso crear la opinión pública en una sociedad en que el espacio interior de cada individuo es invadido y ahogado por la presión exterior de una cultura seriada, vacía y estéril. La monstruosidad del mundo contemporáneo que denuncia Orwell en 1984 incluye también la imposibilidad de recuperar el pasado histórico para liberar el presente sometido; aquí se construye artificialmente la Historia desde la noticia y los programas informativos que la suplantan actuando de memoria colectiva e individual, y se crea una neolengua que evita el desarrollo del pensamiento.
«Política e ideología en la obra de George Orwell» es el título y el enfoque del artículo de Palei Pages. El autor comienza diciendo que 1984 se ha convertido en un año mítico de nuestro siglo y de nuestra maltrecha civilización por obra y gracia de una de las plumas más brillantes, irónicas, polémicas y mordaces de la literatura contemporánea. 1984 surge de 1948 y de la realidad de Orwell, de su experiencia personal, social y política, que Pelai Pages analiza —haciendo hincapié en sus vivencias en España— y en la colectiva de toda su generación. La auténtica utopía orwelliana, su rebeldía al poder por el poder y su amor a la libertad, tiene unos contenidos concretos, avalados por su propia vida. Orwell respondió al terror de la guerra mundial y de la guerra fría criticando los totalitarismos en dos sátiras, Animal Farm y 1984; en la primera implícita en la revolución soviética traicionada está también la española, y la manipulación de los «siete mandamientos» es reflejo de su preocupación desde nuestra guerra por la manipulación histórica. En 1984 reaparecen esos mismos temas; esta obra es para Pages culminación de todas las obsesiones de Orwell en su intensa trayectoria en un mundo conflictivo.
A Fernando Quesada la novela de Orwell le hace reflexionar sobre ética política desde el lenguaje. Su artículo, «1984. Etica sin código: ¿más allá del bien y del mal?», comienza haciendo notar que la progresiva desinstitucionalización de los canales tradicionales que conformaban las pautas morales, así como la succión de lo moral por los diversos subsistemas sociales, ha provocado anomia en el orden de la teoría ética y perplejidad en sus cultivadores. El autor de este denso artículo subraya también la plasticidad satírica con que Orwell describe el largo peregrinaje mental del doblepensar; y finalmente analiza otro elemento recurrente en 1984: el recuerdo del pasado como amenaza de la «verdad» del presente; esa memoria del pasado que desvela los límites internos funcionales de un discurso autolegitimatorio y apelativamente marca alternativas no recogidas.
En el artículo siguiente Javier Sádaba centra su reflexión, como el título indica, en «El Doblepensar», que aplica a diferentes formas culturales a lo largo del tiempo y en nuestro mundo contemporáneo. Recorre la historia de la doble verdad desde el siglo XIII en que se originó en la cultura occidental, en un compromiso entre filosofía y teología, y considera sus implicaciones. Juzga que el efecto fundamental del doblepensar —negación del principio de contradicción y lenguaje vaciado que sirve para todo— es la desaparición de la memoria; su operación de alterar o borrar el pasado es el mecanismo clave del que dependen todos los demás; quien lo usa modifica su memoria, su información, la acumulación del pasado, para seguir viviendo en el presente. Javier Sádaba, lo mismo que Fernando Quesada, considera que este proceso ha de ser consciente, en el sentido de que tiene que ser preciso, e inconsciente, en cuanto que tiene que eliminar la culpabilidad que generaría el sentimiento de falsedad; al hombre escindido que nos presenta Orwell su especial dignidad le lleva a partirse hasta extremos que, incluso a ese fantasma cartesiano que hemos heredado, le obligan a un definitivo juego tramposo. En 1984 se denuncia con el doblepensar una determinada forma político-social; aplicándolo al mundo actual el autor del artículo sigue dos pasos en su argumentación: el primero se refiere a la ambigüedad de la palabra «yo», el segundo, a la hipocresía, y concluye que, para nuestra desgracia, estamos cerca de Orwell.
El último artículo del volumen es de Eduardo Subirats: «Los días que vendrán», y hace en él, como anuncia en el subtítulo, «Una crítica de la utopía negativa». Comienza el autor evocando el recuerdo de un letrero pintado en las calles de Berlín: / Ya falta poco para 1984!, en unos días en que la respuesta a la explosión de grupos radicales que las circunstancias decantaron hacia el terrorismo puso de manifiesto los medios de control ciudadano y de manipulación de la personalidad de que disponía el poder social. En Berlín también, a finales de los años sesenta, en una conferencia sobre «El fin de la utopía» se formuló hegelianamente el fin de la utopía como idéntico con su realización histórica. La utopía había muerto como fracaso del principio crítico que la alentaba, la imaginación parecía haber claudicado frente al desarrollo de una ciencia agresiva, de una tecnología destructiva y de formas totalitarias de dominación. Eduardo Subirats observa que no es nuevo el pesimismo artístico y filosófico que identifica la empresa civilizadora con el horror y la destrucción, y pone como ejemplo la obra de Bruegel y la de Piramesi. Considera central esta identificación de lo siniestro en 1984 y, después, en la mayoría de las utopías negativas del futuro, a diferencia de las utopías de signo liberal o libertario del siglo XVIII, de las del progreso de los socialismos del siglo XIX e incluso de las del mundo cultural de las vanguardias artísticas de comienzos del siglo XX, y saca en consecuencia que el hecho de que se presente lo siniestro de un modo cercano al orden de la razón y de que se vivencie la angustia en la proyección hacia el futuro, en el que la filosofía moderna vislumbraba toda la libertad, supone un cambio radical en la concepción de nuestra vida, de la sociedad, la cultura y la historia. No obstante Subirats subraya que la utopía negativa del futuro, como se da en 1984, es contemporánea de las utopías positivas y concretas de una civilización tecnológica o tecnocrática integralmente racionalizada en que se intenta aunar un ideal artístico con el poder, las que proponen Mondrian, Le Corbusier, Hilbersheimer, Ferriss, Malewitch o Marinetti. Esta simple yuxtaposición pone de relieve el carácter relativo de la utopía moderna; contrastándolas la angustia pierde su consistencia ontológica y se convierte en un medio de reflexión sobre los fundamentos de nuestra civilización, aunque no se aspire a otra realidad mejor. A esta visión no tan pesimista añade Subirats una más esperanzadora, que ilustra con un ejemplo: los niños manipulan hoy como instrumento de juegos lo que ayer era rechazado como objeto de miedos; esta nueva utilización lúdica presenta una alternativa a la angustia: la fantasía del niño supera la unilateralidad del universo negativo pues introduce en la misma realidad tecnológica de nuestra civilización una dimensión metafórica y comunicativa ligada a la naturaleza, a la historia, a lo mítico o al sentimiento mismo de lo sagrado.
Los autores de estos ensayos han contemplado 1984 con variados enfoques, con puntos de vista diferentes. Es cierto que la visión de cada uno difiere no sólo en el ángulo, también en claridad y profundidad. He preferido mostrar más bien que valorar e invito al lector a que lea este libro interesante que Espasa-Calpe y U.N.E.D. nos ofrecen y juzguen por sí mismos.
Catalina Montes